La generosidad no es darlo todo. Es dar bien
En un tiempo en el que poner límites y ver por uno mismo está de moda, la generosidad se ha vuelto todo un reto. Especialmente ejercerla con conciencia, en ese equilibrio fino entre ver por el otro sin olvidarse de uno mismo.
Ser generoso se ha confundido con dar todo por el otro. A veces también con sacrificarse.
Pero para mí, la generosidad es otra cosa: es el acto de ver al otro y darle lo que necesita o desea —no lo que yo creo que necesita—, sin dejarme a mí sin nada.
La generosidad no es dar lo que sobra. Tampoco es regalar tiempo sin pensarlo, ni soltar consejos no pedidos. Ejercerla con conciencia requiere tres cosas:
1. Atención
Para darte cuenta del otro. Para reconocer que hay más personas en este espacio que tú, y mirarlas como tales.
2. Pensamiento crítico
Para cuestionar tus ideas sobre el otro. Para intentar entender qué lo mueve, qué lo detiene, qué le importa de verdad.
3. Pensamiento autocrítico
Para preguntarte qué puedes —y qué no puedes— dar. Porque no todo lo que se pide debe ser entregado.
La generosidad no es arreglarle la vida a nadie. Y menos en el trabajo.
La pregunta es esta: ¿Cómo ayudo a mi compañero sin perjudicar mi propio trabajo?
La respuesta más simple: preguntando.
Solo el acto de preguntar ya es un gesto generoso. Y rara vez alguien que necesita una mano, se agarra el pie. Y si lo hiciera, entonces entran en juego los límites. Saber hasta dónde.
Así veo yo la generosidad en una oficina:
🔹 Pedir la comida de un compañero que no ha salido de juntas. 🔹 Sacar unas copias para quien presenta hoy. 🔹 Preguntar qué pasa al que llegó con cara de apuro y aún no prende su compu. 🔹 Mandar tu TED Talk favorita a la compañera que anda desmotivada. 🔹 Recoger el documento que se le cayó al mensajero. 🔹 Entregar el paquete que lleva tres días en recepción.
Lo que todas estas acciones tienen en común es atención y la disposición de estar al servicio sin anularte.
¿Cuándo fue la última vez que observaste de verdad a tus compañeros y les ofreciste ayuda?
Y una cosa más: Ser generoso no te pone por encima de nadie. Tampoco te deja por debajo. Te hace par.
Porque solos no sobrevivimos. Juntos llegamos más lejos. Y la generosidad —bien ejercida— puede ser ese pegamento que une equipos y oficinas enteras.
La forma más generosa de vincularte con alguien no es dar por dar. Es estar verdaderamente atento a esa persona y elegir ayudar. En plena conciencia.